Ya se que no iba a escribir hasta febrero, pero no he podido aguantar “el mono” y el resultado es este:
Este tema ya lo saqué en alguna ocasión, pero una discusión con alguien cercano me lo ha vuelto a traer a la memoria.
Hace unos días leía en menéame un artículo publicado en el país sobre un novedoso invento de unos ingenieros españoles que mediante una corriente de agua circulante entre dos vídrios prometían nada menos que un ahorro del 70 por ciento de energía en climatización de la sala en cuestión.
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Sin entrar a valorar el tema completo de las ventanas sí que recuerdo que uno de los comentaristas preguntó sobre como evitaban la condensación, ya que si las láminas de vídrio están más frías que la temperatura de la sala se producirá condensación en la superficie de la ventana. Hubo otro que afirmó que no tendría por que producirse condensación. Recuerdo cuando lo leí que pensé lo valiente que era la ignorancia, porque si la ventana está lo suficientemente fría como para enfriar la sala la producción de condensación es segura (por eso de la temperatura de rocío, que no voy a ampliar aquí porque no es el caso). Quien quiera información al respecto que se lea esto. Antes de reirme de aquellos “sabios” que se dedican a afirmar cosas sin conocimiento y sin ningún fundamento que no sea el haber hecho una búsqueda rápida en google o haber leído un titular interesado, quizás debería mirar alrededor. Puede que tenga “sabios” mucho más cerca de lo que pensaba y reirme no sea tan divertido. Definitivamente la ignorancia es tremendamente atrevida. Y además de atrevida es decepcionante.
Es algo que no se si ocurre en los países de nuestro entorno, pero de seguro que sí que ocurre en España de forma habitual. Hay un porcentaje enorme de españoles que son médicos, arquitectos, físicos nucleares o ingenieros sin título eso sí, que saben de todo (aunque a la postre de nada) y no tienen reparo alguno en hacer el ridículo cuando el personal que les escucha entiende un poco del tema del que hablan. Sin embargo, si la peña escuchante no tiene formación en el campo en cuestión les creerán, y terminarán afirmando como ciertas burradas tamaño elefante. Y lo que es peor, encontrarán legítimo calificar algo de tonto o inútil cuando en realidad no lo es, o al contrario, algo de inocuo cuando es más peligroso que hacer puenting en una pirámide o un bidé lleno de pirañas.
Y diréis… ¿y tú que? También hablas de todo… Hombre, a mi no se me ocurre afirmar nada sobre algo si no tengo pajolera idea del tema o ninguna referencia fiable al respecto. Y generalmente si alguien me cuenta algo sobre cualquier tema, antes de tomarlo como cierto lo compruebo. Y lo que es más, siempre publico las referencias, y generalmente no solo una.
A la sombra de estos “iluminados” crece otra legión, la de los crédulos, esos que se leen el titular y se lo tragan, sin masticar ni nada. Para ellos es cierto, asumen el mensaje, sea el que sea porque sí, porque catalogan a la fuente por los colores del banner de la página o porque suena más bonito. Dentro de estos hay al menos dos grandes subgrupos: uno sería el de aquellos a los que yo llamo “fundamentalistas científicos” y el otro podría estar formado por aquellos a los que denomino llamo “conspiranoicos”.
Estos últimos no se creen nada que venga de entornos “oficiales”, aunque sean mensajes obvios o evidentes. Basta que la fuente sea un organismo público o un gobierno para tachar el asunto de “cortina”, “fraude” o “conspiración”. Resulta paradójico que la incredulidad que muestran para unas cosas se convierta en credulidad para otras, porque esos personajes tragan carros y carretas si el emisor del mensaje es alguien “cool”, alguien que afirma tener línea directa con unos seres de Orión o con el arcángel “Metatrón”. Se creerán que los extraterrestres nos visitarán pronto o que viene raudo y veloz un planeta indetectable a chocar contra la tierra en 2012 porque alguien tras tomar algo caducado entró en estado catatónico y dijo que había “canalizado”.
Los primeros sin embargo son lo mismo pero al revés. Amparados por algunas burradas pseudocientíficas (que de esas hay a cientos si no miles) meten a todas las afirmaciones que no vengan de “sus fuentes” en el mismo saco y las denominarán con todo tipo de calificativos floridos, de todo menos “bonitas”. Si les pides datos te dirán que no recuerdan pero que “todo el mundo sabe”. Se les llenará la boca con el método científico, ese método que muchos enarbolan pero pocos saben en que consiste. Tanto es así que dirán que algo está respaldado por el “método” como si fueran papagayos, y no porque sepan en que consiste o lo hayan comprobado, sino porque se lo han leído en cualquier página que consideran fiable (que daño está haciendo internet...). La realidad es que si aplicasen para sus asuntos el filtro con el que tratan de cribar otras cosas descubrirían que ese filtro no lo cumpliría “ni Dios”. Pero como no se molestan en leer más que el titular solo aplican el filtro para aquello que les interese tirar por tierra, sea por la razón que sea. Luego cuando ocurren cosas como lo que pasó con el Lipobay, (que supuestamente estaba refrendado por "el método"...) a mirar para otro lado.
Esto viene a cuento del tema de la homeopatía que publico en el otro blog. Era una promesa de hace varias semanas, y ya era hora de que la cumpliera. Cierto es que ha sido por una discusión, pero bueno, es una razón tan buena como cualquier otra.
Como moraleja: La virtud está en el equilibrio. Todos los fundamentalismos son malos, tanto los de un lado como los de otro. Y si no nos atenemos a eso al final acabaremos pecando de aquello que criticamos. Y como segunda moraleja: No hay que creerse nada porque sí, porque me guste el mensaje o los colores de la fuente. Hay que comprobar todo lo comprobable, tanto lo científico como lo que no lo es y no creerse las cosas a la primera, sean del sentido que sean, al menos antes de afirmar que algo es “una estupidez” o “una tontería”, no vaya a ser que el adjetivo se pueda volver en nuestra contra y nos acabe retratando.
Hasta febrero entonces (si no se me ocurre escribir algo antes).
Este tema ya lo saqué en alguna ocasión, pero una discusión con alguien cercano me lo ha vuelto a traer a la memoria.
Hace unos días leía en menéame un artículo publicado en el país sobre un novedoso invento de unos ingenieros españoles que mediante una corriente de agua circulante entre dos vídrios prometían nada menos que un ahorro del 70 por ciento de energía en climatización de la sala en cuestión.
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Sin entrar a valorar el tema completo de las ventanas sí que recuerdo que uno de los comentaristas preguntó sobre como evitaban la condensación, ya que si las láminas de vídrio están más frías que la temperatura de la sala se producirá condensación en la superficie de la ventana. Hubo otro que afirmó que no tendría por que producirse condensación. Recuerdo cuando lo leí que pensé lo valiente que era la ignorancia, porque si la ventana está lo suficientemente fría como para enfriar la sala la producción de condensación es segura (por eso de la temperatura de rocío, que no voy a ampliar aquí porque no es el caso). Quien quiera información al respecto que se lea esto. Antes de reirme de aquellos “sabios” que se dedican a afirmar cosas sin conocimiento y sin ningún fundamento que no sea el haber hecho una búsqueda rápida en google o haber leído un titular interesado, quizás debería mirar alrededor. Puede que tenga “sabios” mucho más cerca de lo que pensaba y reirme no sea tan divertido. Definitivamente la ignorancia es tremendamente atrevida. Y además de atrevida es decepcionante.
Es algo que no se si ocurre en los países de nuestro entorno, pero de seguro que sí que ocurre en España de forma habitual. Hay un porcentaje enorme de españoles que son médicos, arquitectos, físicos nucleares o ingenieros sin título eso sí, que saben de todo (aunque a la postre de nada) y no tienen reparo alguno en hacer el ridículo cuando el personal que les escucha entiende un poco del tema del que hablan. Sin embargo, si la peña escuchante no tiene formación en el campo en cuestión les creerán, y terminarán afirmando como ciertas burradas tamaño elefante. Y lo que es peor, encontrarán legítimo calificar algo de tonto o inútil cuando en realidad no lo es, o al contrario, algo de inocuo cuando es más peligroso que hacer puenting en una pirámide o un bidé lleno de pirañas.
Y diréis… ¿y tú que? También hablas de todo… Hombre, a mi no se me ocurre afirmar nada sobre algo si no tengo pajolera idea del tema o ninguna referencia fiable al respecto. Y generalmente si alguien me cuenta algo sobre cualquier tema, antes de tomarlo como cierto lo compruebo. Y lo que es más, siempre publico las referencias, y generalmente no solo una.
A la sombra de estos “iluminados” crece otra legión, la de los crédulos, esos que se leen el titular y se lo tragan, sin masticar ni nada. Para ellos es cierto, asumen el mensaje, sea el que sea porque sí, porque catalogan a la fuente por los colores del banner de la página o porque suena más bonito. Dentro de estos hay al menos dos grandes subgrupos: uno sería el de aquellos a los que yo llamo “fundamentalistas científicos” y el otro podría estar formado por aquellos a los que denomino llamo “conspiranoicos”.
Estos últimos no se creen nada que venga de entornos “oficiales”, aunque sean mensajes obvios o evidentes. Basta que la fuente sea un organismo público o un gobierno para tachar el asunto de “cortina”, “fraude” o “conspiración”. Resulta paradójico que la incredulidad que muestran para unas cosas se convierta en credulidad para otras, porque esos personajes tragan carros y carretas si el emisor del mensaje es alguien “cool”, alguien que afirma tener línea directa con unos seres de Orión o con el arcángel “Metatrón”. Se creerán que los extraterrestres nos visitarán pronto o que viene raudo y veloz un planeta indetectable a chocar contra la tierra en 2012 porque alguien tras tomar algo caducado entró en estado catatónico y dijo que había “canalizado”.
Los primeros sin embargo son lo mismo pero al revés. Amparados por algunas burradas pseudocientíficas (que de esas hay a cientos si no miles) meten a todas las afirmaciones que no vengan de “sus fuentes” en el mismo saco y las denominarán con todo tipo de calificativos floridos, de todo menos “bonitas”. Si les pides datos te dirán que no recuerdan pero que “todo el mundo sabe”. Se les llenará la boca con el método científico, ese método que muchos enarbolan pero pocos saben en que consiste. Tanto es así que dirán que algo está respaldado por el “método” como si fueran papagayos, y no porque sepan en que consiste o lo hayan comprobado, sino porque se lo han leído en cualquier página que consideran fiable (que daño está haciendo internet...). La realidad es que si aplicasen para sus asuntos el filtro con el que tratan de cribar otras cosas descubrirían que ese filtro no lo cumpliría “ni Dios”. Pero como no se molestan en leer más que el titular solo aplican el filtro para aquello que les interese tirar por tierra, sea por la razón que sea. Luego cuando ocurren cosas como lo que pasó con el Lipobay, (que supuestamente estaba refrendado por "el método"...) a mirar para otro lado.
Esto viene a cuento del tema de la homeopatía que publico en el otro blog. Era una promesa de hace varias semanas, y ya era hora de que la cumpliera. Cierto es que ha sido por una discusión, pero bueno, es una razón tan buena como cualquier otra.
Como moraleja: La virtud está en el equilibrio. Todos los fundamentalismos son malos, tanto los de un lado como los de otro. Y si no nos atenemos a eso al final acabaremos pecando de aquello que criticamos. Y como segunda moraleja: No hay que creerse nada porque sí, porque me guste el mensaje o los colores de la fuente. Hay que comprobar todo lo comprobable, tanto lo científico como lo que no lo es y no creerse las cosas a la primera, sean del sentido que sean, al menos antes de afirmar que algo es “una estupidez” o “una tontería”, no vaya a ser que el adjetivo se pueda volver en nuestra contra y nos acabe retratando.
Hasta febrero entonces (si no se me ocurre escribir algo antes).