¿Cómo funciona el azar? Nadie lo sabe. Al menos cuando hablamos de un único suceso aislado. Si alguien descubriera como funciona, ese alguien se forraría, o bien, se acabó el negocio para los casinos, loterías y demás.
Muchas veces pienso que un nuevo Newton del siglo XXI va a tirar una manzana al aire (en este caso un dado) y va a descubrir las leyes que rigen ese azar. Entre tanto llega esa mente privilegiada, no nos queda más remedio que aguantarnos.
No me gusta el azar. Prefiero ser yo quien maneje mi vida. Sin embargo, he descubierto (hace ya bastante) que por mucho que nos queramos abstraer al azar este nos persigue, y no se puede vivir ajeno a él. El azar forma parte de todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida. Decía Luis del Val que nacer en sí mismo ya es una lotería. Imaginemos cuantos espermatozoides de papá iban en busca del óvulo de mamá. Otro espermatozoide diferente, u otro óvulo diferente habría hecho que el indivíduo que soy hoy hubiera sido otro.
Después donde caemos. Hemos nacido aquí, pero si hubieramos nacido en otro barrio, en otra provincia o en otro país nuestra vida sería completamente diferente. No conoceríamos a las mismas personas, ni tendríamos los mismos conocimientos ni tampoco, probablemente, las mismas aficiones.
Siempre pienso que he tenido mucha suerte de haber conocido a mi pareja. Pero si cualquiera de las veces, solo una, en que el camino de mi vida se ha bifurcado en dos, y mi vida hubiera ido por el otro lado, hoy no estaríamos juntos, ni probablemente nos habríamos conocido.
No se si existe el destino, pero lo que sí que tengo claro es que existe el azar. Y que no soy yo quien lo controlo. Nunca sé las consecuencias posteriores de mis decisiones, y por lo tanto, mi elección está truncada. Y eso sin condicionar los azares externos, aquellos que hacen que cuando planeas ir a la playa llueva, o que la puñetera bolita no salga como tú habías previsto.
En fin, que seguiremos sin controlar nada, bien sea por el destino, bien sea por el azar.
Muchas veces pienso que un nuevo Newton del siglo XXI va a tirar una manzana al aire (en este caso un dado) y va a descubrir las leyes que rigen ese azar. Entre tanto llega esa mente privilegiada, no nos queda más remedio que aguantarnos.
No me gusta el azar. Prefiero ser yo quien maneje mi vida. Sin embargo, he descubierto (hace ya bastante) que por mucho que nos queramos abstraer al azar este nos persigue, y no se puede vivir ajeno a él. El azar forma parte de todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida. Decía Luis del Val que nacer en sí mismo ya es una lotería. Imaginemos cuantos espermatozoides de papá iban en busca del óvulo de mamá. Otro espermatozoide diferente, u otro óvulo diferente habría hecho que el indivíduo que soy hoy hubiera sido otro.
Después donde caemos. Hemos nacido aquí, pero si hubieramos nacido en otro barrio, en otra provincia o en otro país nuestra vida sería completamente diferente. No conoceríamos a las mismas personas, ni tendríamos los mismos conocimientos ni tampoco, probablemente, las mismas aficiones.
Siempre pienso que he tenido mucha suerte de haber conocido a mi pareja. Pero si cualquiera de las veces, solo una, en que el camino de mi vida se ha bifurcado en dos, y mi vida hubiera ido por el otro lado, hoy no estaríamos juntos, ni probablemente nos habríamos conocido.
No se si existe el destino, pero lo que sí que tengo claro es que existe el azar. Y que no soy yo quien lo controlo. Nunca sé las consecuencias posteriores de mis decisiones, y por lo tanto, mi elección está truncada. Y eso sin condicionar los azares externos, aquellos que hacen que cuando planeas ir a la playa llueva, o que la puñetera bolita no salga como tú habías previsto.
En fin, que seguiremos sin controlar nada, bien sea por el destino, bien sea por el azar.
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