La serie muestra la visión que tiene Dexter sobre los humanos, desde la perspectiva de un psicópata, dando lugar a reflexiones muy interesantes sobre las relaciones humanas, la sociedad, la ley… y sobre la forma de encajar en eso sin que nadie se de cuenta de quién es realmente, todo ello tratado de una manera cómica (sobre todo en la primera y segunda temporada) aún cuando la temática de la serie no sea motivo de risa.
Dexter no es un justiciero, no es un héroe que se preocupa por el bienestar de sus semejantes; Dexter disfruta hundiendo el cuchillo en las entrañas de sus víctimas, despedazándolas y con todo el ritual que precede y sigue a la carnicería. Mata por puro placer y no siente ningún respeto por la vida humana.
Pero Dexter nos cae bien e incluso en algunas de las situaciones en las que se encuentra nos podríamos identificar con él y hasta habría quien aplaudiría su “hobbie” de matar a delincuentes asesinos que escapan de la justicia.
Y quizás sea eso lo más interesante y llamativo de la serie, conseguir que un monstruo cuyo código hace que parezca menos aterrador sea visto como cualquier otro ser humano, con sus mismos problemas e inquietudes.