Esta mañana llovía yendo a trabajar. El agua moja, de eso no hay duda. Pero ahora no voy a esa evidente afirmación.
A lo que voy es que hay una cosa en la que no nos paramos a pensar: los ciclos.
Yo me levanto, voy a trabajar, y vuelvo, y así todos los días (excepto en aquellos días que no, por ejemplo fin de semana, vacaciones y demás). Me encuentro con la misma gente que hace lo mismo que cada día. El vigilante, el compañero… trabajo, vuelvo a casa, estas con la familia, los hobbies, Leer más...la película después de la cena con tu pareja (uno de los mejores momentos), un beso, buenas noches, despertador y volver a empezar. Todos nuestros ciclos son reiterativos y repetidos. (hasta que pasa algo excepcional, para bien o para mal que hace que tu vida cambie, y tu ciclo también).
Sin embargo no todo es así, y al agua voy. Las gotas de agua que me cayeron esta mañana, también cumplen el ciclo que nos enseñaron en el cole. Caen, se evaporan, se convierten en nubes, y vuelta a empezar. Pero hay un detalle que se nos escapa en ese ciclo: La capacidad de viajar del vapor de agua. Esas gotas no se de donde venían, donde habían estado antes, ni donde van a ir después. Puede que hayan estado en un estanque chino, o en un pantano en Florida, y hayan sido lágrimas de un caimán. Quizás han visto mil amaneceres desde una posición privilegiada o han sido partes de nubarrones negros y no han podido ver nada. Tampoco importa.
La frasecita de “polvo al polvo” tiene mucho más significado con el agua. El polvo es local, y aquí se queda. El agua tiene el extraordinario recurso del viaje, y esas primeras gotas que cayeron hoy, ya estarán de viaje, quizás a Francia, Alemania o quien sabe si en sitios más lejanos.
En otras cosas no, pero en esa posibilidad… quien fuera gota para conocer mundo, viajar sin esfuerzo y no parar jamás. Aunque claro, tampoco es plato de gusto tener que morir y volver a nacer en cada viaje. Supongo que cada cosa tiene sus ventajas e inconvenientes.
Y después de soltar esta cosa rara (ya se que es rara, pero para eso es el blog, “Reflexiones” ¿recordais?) vuelvo a mis cosas, y dejo de pensar en el agua y las nubes. Al final, mientras nos arrastremos por aquí no tenemos la posibilidad de volar más que en avión, o con la imaginación.
A lo que voy es que hay una cosa en la que no nos paramos a pensar: los ciclos.
Yo me levanto, voy a trabajar, y vuelvo, y así todos los días (excepto en aquellos días que no, por ejemplo fin de semana, vacaciones y demás). Me encuentro con la misma gente que hace lo mismo que cada día. El vigilante, el compañero… trabajo, vuelvo a casa, estas con la familia, los hobbies, Leer más...la película después de la cena con tu pareja (uno de los mejores momentos), un beso, buenas noches, despertador y volver a empezar. Todos nuestros ciclos son reiterativos y repetidos. (hasta que pasa algo excepcional, para bien o para mal que hace que tu vida cambie, y tu ciclo también).
Sin embargo no todo es así, y al agua voy. Las gotas de agua que me cayeron esta mañana, también cumplen el ciclo que nos enseñaron en el cole. Caen, se evaporan, se convierten en nubes, y vuelta a empezar. Pero hay un detalle que se nos escapa en ese ciclo: La capacidad de viajar del vapor de agua. Esas gotas no se de donde venían, donde habían estado antes, ni donde van a ir después. Puede que hayan estado en un estanque chino, o en un pantano en Florida, y hayan sido lágrimas de un caimán. Quizás han visto mil amaneceres desde una posición privilegiada o han sido partes de nubarrones negros y no han podido ver nada. Tampoco importa.
La frasecita de “polvo al polvo” tiene mucho más significado con el agua. El polvo es local, y aquí se queda. El agua tiene el extraordinario recurso del viaje, y esas primeras gotas que cayeron hoy, ya estarán de viaje, quizás a Francia, Alemania o quien sabe si en sitios más lejanos.
En otras cosas no, pero en esa posibilidad… quien fuera gota para conocer mundo, viajar sin esfuerzo y no parar jamás. Aunque claro, tampoco es plato de gusto tener que morir y volver a nacer en cada viaje. Supongo que cada cosa tiene sus ventajas e inconvenientes.
Y después de soltar esta cosa rara (ya se que es rara, pero para eso es el blog, “Reflexiones” ¿recordais?) vuelvo a mis cosas, y dejo de pensar en el agua y las nubes. Al final, mientras nos arrastremos por aquí no tenemos la posibilidad de volar más que en avión, o con la imaginación.
3 comentarios:
Me ha gustado mucho esta entrada, no la veo tan rara,yo pierdo el tiempo muchas veces pensando cosas mucho más tontas, como por ejemplo que los flexos se quiern vengar de mi, jeje. Muy guapa
Gracias :-)
La verdad es que me parecio una "paja mental", pero como contigo ya son 3 personas que dicen que les gusta, pues me alegro...
Lo dicho, gracias
Mola darse cuenta de que el agua que no cae encima a saber dónde ha estado y de donde proviene! viajan más que nosotros jeejje, la próxima vez que llueva pensaré de dónde provendrá... lo mismo de algún lago del norte de Europa, o del océano Indico, a saber...
Yo nunca me había parado a pensarlo... es interesante.
Azu
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