ACTUALIZACION: Pilistruski ha escrito en su blog una entrada que va del mismo tema. Es otro punto de vista interesante. Puedes leerla AQUI.
La entrada mía empieza aquí:
Dice el Diccionario de la real academia de la lengua que el equilibro (entre otras definiciones) es «Contrapeso, contrarresto, armonía entre cosas diversas». Desde que comenzamos a caminar debemos mantener esa armonía a nivel físico para no dar con nuestros huesos en el suelo. Pero en esta entrada no me refiero a ese tipo de equilibrio.Leer más...
Me refiero al equilibrio que hay que realizar en la vida diaria, absolutamente en todas y cada una de las facetas de la misma. Debes equilibrar tu tiempo laboral u ocupacional con tu tiempo de esparcimiento, el sueño con la vigilia, el dinero que gastas con el que ingresas… la lista sería enorme.
Sin embargo, donde el equilibrio se convierte en algo necesario, y muchas veces en un arte, es en el ámbito de las relaciones, bien sean de pareja, profesionales, de amistad, o simplemente de “vecinos” o conocidos.
Resulta muy complicado elegir que hacer en momentos concretos. El mejor ejemplo es la típica historia donde la novia de tu mejor amigo le es infiel, y tú lo sabes. ¿Qué haces? ¿Se lo dices? ¿Se lo insinúas? ¿No se lo dices? Es muy difícil acertar. Creo que tu deber es decírselo (y es lo que yo haría), pero sabes que diciéndoselo quizás le harás daño y puede que lo pase mal; incluso puede que se moleste contigo y pierdas un amigo, aunque el que viva engañado, desde mi punto de vista, es mucho peor.
La sinceridad tal y como yo la entiendo está reñida con el equilibrio porque existe sensibilidad “sobredimensionada”, y eso provoca “daños colaterales”. La franqueza a veces, es entendida por el receptor “impresionable” como una ofensa. Un ejemplo muy reciente que me dio la idea para escribir esta entrada: En una comunidad de vecinos, donde la mayoría son analfabetos funcionales (no es broma), se toma una decisión que puede hacerte perder del orden de millón y pico de pesetas, por tontería y borregismo. ¿Qué haces? ¿Les cuentas la realidad? ¿O te callas y pagas los dos millones? Con la primera opción te tacharán de sabiondo y prepotente y se sentirán tremendamente agraviados, pero te ahorrarás casi dos millones de pesetas. Otra opción es callar y tragar con la decisión. En ese caso no serás el sabiondo de la comunidad, y nadie se enfadará, pero tu cuenta corriente quizás quede temblando, eso si no tienes que “empufarte” para hacer frente a tal derrama.
¿Dónde está el equilibrio entre la ofensa y la sinceridad? Recuerdo algo que presencié en un foro: Alguien comentaba que siempre era mejor ir con la verdad por delante, porque no era bueno vivir engañada. Parece ser que alguien le hizo caso, y la forera que quería sinceridad acabó ofendida y montando el circo. Su teoría era que había maneras de decir la verdad, que la verdad se puede maquillar. Como alguien le apuntó, la verdad es la que es, y a veces no gusta. Si maquillas esa verdad deja de serlo, y se convierte en otra cosa. ¿Dónde está el equilibrio?
Esto es aplicable a las relaciones de trabajo, con los compañeros, con el jefe, y con tus subordinados. El equilibrio entre la sinceridad y la ofensa es una línea muy delgada, y a veces el caminar por ese jardín sin pringarse convierte al protagonista en un auténtico maestro.
También en las relaciones de amistad, como apunté anteriormente se convierte en una empresa difícil si el otro es especialmente “sensible”.No hay más que ver la típica serie americana donde los protagonistas se guardan la verdad para que el “amigo” no se sienta ofendido. Ponen la sensibilidad del camarada por encima de la veracidad, y en mi opinión, esa actitud no es equilibrada. Que conste que la mía tampoco, pero por el otro lado. En mi caso peco de sincero, y muchas veces esa "claridad" se interpreta como intento de ofensa o incluso como cosas peores. Por ello no tengo amigos especialmente “sensibles” porque esos no me duran ni dos asaltos. La verdad es que no se ser sutil, aunque lo intento, y a veces mucho. Y hay temporadas donde ese intento de mantener esos equilibrios me agota, y últimamente ando algo cansado con los ofendidos, supuestamente agraviados y resentidos.
Total, que teniendo en cuenta que la única forma de librarse de mantener el equilibrio es estando en ingravidez (no confundir ingravidez con embriaguez, aunque sí, con una borrachera no se suele mantener ningún tipo de equilibrio) voy a preguntar a Simone si en su isla le queda alguna hamaca libre. Quizás, en ese estado contemplativo, aunque no esté en ingravidez, tampoco me hará falta mantener ningún tipo de equilibrio. Creo que de poder, me piraré una temporada para allá.
La entrada mía empieza aquí:
Dice el Diccionario de la real academia de la lengua que el equilibro (entre otras definiciones) es «Contrapeso, contrarresto, armonía entre cosas diversas». Desde que comenzamos a caminar debemos mantener esa armonía a nivel físico para no dar con nuestros huesos en el suelo. Pero en esta entrada no me refiero a ese tipo de equilibrio.Leer más...
Me refiero al equilibrio que hay que realizar en la vida diaria, absolutamente en todas y cada una de las facetas de la misma. Debes equilibrar tu tiempo laboral u ocupacional con tu tiempo de esparcimiento, el sueño con la vigilia, el dinero que gastas con el que ingresas… la lista sería enorme.
Sin embargo, donde el equilibrio se convierte en algo necesario, y muchas veces en un arte, es en el ámbito de las relaciones, bien sean de pareja, profesionales, de amistad, o simplemente de “vecinos” o conocidos.
Resulta muy complicado elegir que hacer en momentos concretos. El mejor ejemplo es la típica historia donde la novia de tu mejor amigo le es infiel, y tú lo sabes. ¿Qué haces? ¿Se lo dices? ¿Se lo insinúas? ¿No se lo dices? Es muy difícil acertar. Creo que tu deber es decírselo (y es lo que yo haría), pero sabes que diciéndoselo quizás le harás daño y puede que lo pase mal; incluso puede que se moleste contigo y pierdas un amigo, aunque el que viva engañado, desde mi punto de vista, es mucho peor.
La sinceridad tal y como yo la entiendo está reñida con el equilibrio porque existe sensibilidad “sobredimensionada”, y eso provoca “daños colaterales”. La franqueza a veces, es entendida por el receptor “impresionable” como una ofensa. Un ejemplo muy reciente que me dio la idea para escribir esta entrada: En una comunidad de vecinos, donde la mayoría son analfabetos funcionales (no es broma), se toma una decisión que puede hacerte perder del orden de millón y pico de pesetas, por tontería y borregismo. ¿Qué haces? ¿Les cuentas la realidad? ¿O te callas y pagas los dos millones? Con la primera opción te tacharán de sabiondo y prepotente y se sentirán tremendamente agraviados, pero te ahorrarás casi dos millones de pesetas. Otra opción es callar y tragar con la decisión. En ese caso no serás el sabiondo de la comunidad, y nadie se enfadará, pero tu cuenta corriente quizás quede temblando, eso si no tienes que “empufarte” para hacer frente a tal derrama.
¿Dónde está el equilibrio entre la ofensa y la sinceridad? Recuerdo algo que presencié en un foro: Alguien comentaba que siempre era mejor ir con la verdad por delante, porque no era bueno vivir engañada. Parece ser que alguien le hizo caso, y la forera que quería sinceridad acabó ofendida y montando el circo. Su teoría era que había maneras de decir la verdad, que la verdad se puede maquillar. Como alguien le apuntó, la verdad es la que es, y a veces no gusta. Si maquillas esa verdad deja de serlo, y se convierte en otra cosa. ¿Dónde está el equilibrio?
Esto es aplicable a las relaciones de trabajo, con los compañeros, con el jefe, y con tus subordinados. El equilibrio entre la sinceridad y la ofensa es una línea muy delgada, y a veces el caminar por ese jardín sin pringarse convierte al protagonista en un auténtico maestro.
También en las relaciones de amistad, como apunté anteriormente se convierte en una empresa difícil si el otro es especialmente “sensible”.No hay más que ver la típica serie americana donde los protagonistas se guardan la verdad para que el “amigo” no se sienta ofendido. Ponen la sensibilidad del camarada por encima de la veracidad, y en mi opinión, esa actitud no es equilibrada. Que conste que la mía tampoco, pero por el otro lado. En mi caso peco de sincero, y muchas veces esa "claridad" se interpreta como intento de ofensa o incluso como cosas peores. Por ello no tengo amigos especialmente “sensibles” porque esos no me duran ni dos asaltos. La verdad es que no se ser sutil, aunque lo intento, y a veces mucho. Y hay temporadas donde ese intento de mantener esos equilibrios me agota, y últimamente ando algo cansado con los ofendidos, supuestamente agraviados y resentidos.
Total, que teniendo en cuenta que la única forma de librarse de mantener el equilibrio es estando en ingravidez (no confundir ingravidez con embriaguez, aunque sí, con una borrachera no se suele mantener ningún tipo de equilibrio) voy a preguntar a Simone si en su isla le queda alguna hamaca libre. Quizás, en ese estado contemplativo, aunque no esté en ingravidez, tampoco me hará falta mantener ningún tipo de equilibrio. Creo que de poder, me piraré una temporada para allá.
1 comentarios:
A mi me resulta cansado eso del equilibrio, eso de "no digas eso que se va a enfadar, que no lo va a entender, que lo va a pasar mal".
Hablamos de adultos, no? Pues entonces se supone que ya están preparados para dejar de creer en los Reyes Magos y afrontar la verdad.
Equilibrio, sí, pero nunca a costa de la verdad.
Maestro verde, una hamaca siempre disponible para ti está en mi isla.
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