En general, la mayor parte de las personas nos creemos superiores a los animales, o a nuestros antepasados homínidos. Hemos aprendido a hablar, a hacer fuego (bueno, eso solo algunos), a hacer cuentas complicadas (eso los menos), pero hay algo que no ha cambiado: Todavía hay mucho humano que sigue "meando en el árbol", y mucho que pone "cara de pico". Algunos hacen las dos cosas a la vez y "mean en el árbol con cara de pico". ¿a que me refiero con esas expresiones?
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Los animales tienen rituales absolutamente para todo. El cortejo, la caza, quien es el líder en el caso de manadas o grupos y en las peleas. Hay rituales para ver quien come primero, cual es el territorio de cada uno, o que criterio prevalece. Por poner un ejemplo, es muy difícil que los lobos se hagan daño en las luchas para determinar quien manda. Cuando el perdedor entiende que ha perdido, se somete, y el vencedor no le hará ningún daño. En la época de celo, algunas aves hinchan el buche para impresionar a las hembras de su especie. El buche mayor es el que al final se lleva el gato al agua. Para que luego digan que el tamaño no importa, el tamaño también es primitivo.
En el caso humano también hay rituales, algunos igual de toscos que estos que acabo de describir, y otros, aunque no lo parezca, más aún.
Lo más lógico, ya que hemos aprendido a hablar sería eso, hablar. Pero la gente se acostumbra a poner encima de la mesa su instinto primitivo solo y exclusivamente para no tener que enfrentarse a según que situaciones, y tira de rituales. Recuerdo alguien próximo que para mostrar a su pareja su enfado no le hablaba ni le decía nada. Le trataba con normalidad, pero cocinaba comidas que no le gustaban. Él entendía el mensaje más o menos y se cabreaba, pero no tenía claro por qué. Lógico, porque la percepción extra-sensorial todavía no la tenemos muy desarrollada.
Cuando la gente se enfada, sin ninguna pretensión posterior, suelen dejar de hablarse. Al cabo de unas horas/días cuando ya han lucido bien su buche, cuando han meado en el árbol a ver quien llega más arriba, acaban hablándose y para lo único que ha servido el ceremonial es para que perdieran un montón de días "enfadados", días que no recuperaran, porque el amanecer de hoy ya no se repetirá. Eso si la situación no se convierte en permanente.
¿No sería más sencillo hablar? Pues va a ser que no. Hablar exige enfrentarse a la situación, y hablando es posible que el tema acabe en lugares en los que no quiere una o ambas partes que termine. Si es así... ¿para qué los rituales? ¿para que los teatros y las ceremonias? ¿qué se pretende conseguir? Con los rituales generalmente no se consigue nada más que un equilibrio precario y dejar la porquería debajo de la alfombra. El problema no se habrá solucionado y seguirá ahí. Al final, los consejeros matrimoniales son los únicos beneficiados de que se tire de "caras de pico" y no se hable. Y algo que se podía hablar sin tapujos ni problemas, tenemos que contárselo a un extraño previo pago, porque no tenemos la suficiente valentía de enfrentarnos a los problemas nosotros solos.
Es lo mismo que "los castigadores": Un viejo amigo, cuando éramos jóvenes e íbamos de "ligoteo" a la discoteca, solía decir que "a las mozas hay que castigarlas". No se refería a nada físico (no sería mi amigo), sino a hacerse los duros, los indiferentes. El macho es el que impone su criterio y es el que manda. Por dentro puedes estar babeando, deseando estar con alguien, o te pueden temblar las piernas, pero no, hay que hacerse los duros, porque si no te haces el duro, no te encuentran interesante.
Es algo gracioso, y que tenía olvidado, lo de los ceremoniales. Pero hoy me han vuelto a la cabeza, porque me he dado cuenta de que los sigo presenciando en diferentes lugares. La gente sigue en los suyos. Sigue utilizando los rituales en vez de sentarse y hablar alto y claro. Dejan la evolución para seguir en el estado primitivo. Es más cómodo, pero desde luego mucho menos efectivo. Si las cosas se hablan y se actua en consecuencia, se conseguirá algo, lo que sea, bueno o malo, pero algo. Cuando se mea en el árbol, solo para ver quien mea más arriba, o simplemente para mostrar a la otra parte tu disgusto, y más aún cuando a la otra parte le resbala, lo único que consigues es con un poco de mala suerte, mancharte los pantalones, o que te los manchen. Y así nos va.
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Los animales tienen rituales absolutamente para todo. El cortejo, la caza, quien es el líder en el caso de manadas o grupos y en las peleas. Hay rituales para ver quien come primero, cual es el territorio de cada uno, o que criterio prevalece. Por poner un ejemplo, es muy difícil que los lobos se hagan daño en las luchas para determinar quien manda. Cuando el perdedor entiende que ha perdido, se somete, y el vencedor no le hará ningún daño. En la época de celo, algunas aves hinchan el buche para impresionar a las hembras de su especie. El buche mayor es el que al final se lleva el gato al agua. Para que luego digan que el tamaño no importa, el tamaño también es primitivo.
En el caso humano también hay rituales, algunos igual de toscos que estos que acabo de describir, y otros, aunque no lo parezca, más aún.
Lo más lógico, ya que hemos aprendido a hablar sería eso, hablar. Pero la gente se acostumbra a poner encima de la mesa su instinto primitivo solo y exclusivamente para no tener que enfrentarse a según que situaciones, y tira de rituales. Recuerdo alguien próximo que para mostrar a su pareja su enfado no le hablaba ni le decía nada. Le trataba con normalidad, pero cocinaba comidas que no le gustaban. Él entendía el mensaje más o menos y se cabreaba, pero no tenía claro por qué. Lógico, porque la percepción extra-sensorial todavía no la tenemos muy desarrollada.
Cuando la gente se enfada, sin ninguna pretensión posterior, suelen dejar de hablarse. Al cabo de unas horas/días cuando ya han lucido bien su buche, cuando han meado en el árbol a ver quien llega más arriba, acaban hablándose y para lo único que ha servido el ceremonial es para que perdieran un montón de días "enfadados", días que no recuperaran, porque el amanecer de hoy ya no se repetirá. Eso si la situación no se convierte en permanente.
¿No sería más sencillo hablar? Pues va a ser que no. Hablar exige enfrentarse a la situación, y hablando es posible que el tema acabe en lugares en los que no quiere una o ambas partes que termine. Si es así... ¿para qué los rituales? ¿para que los teatros y las ceremonias? ¿qué se pretende conseguir? Con los rituales generalmente no se consigue nada más que un equilibrio precario y dejar la porquería debajo de la alfombra. El problema no se habrá solucionado y seguirá ahí. Al final, los consejeros matrimoniales son los únicos beneficiados de que se tire de "caras de pico" y no se hable. Y algo que se podía hablar sin tapujos ni problemas, tenemos que contárselo a un extraño previo pago, porque no tenemos la suficiente valentía de enfrentarnos a los problemas nosotros solos.
Es lo mismo que "los castigadores": Un viejo amigo, cuando éramos jóvenes e íbamos de "ligoteo" a la discoteca, solía decir que "a las mozas hay que castigarlas". No se refería a nada físico (no sería mi amigo), sino a hacerse los duros, los indiferentes. El macho es el que impone su criterio y es el que manda. Por dentro puedes estar babeando, deseando estar con alguien, o te pueden temblar las piernas, pero no, hay que hacerse los duros, porque si no te haces el duro, no te encuentran interesante.
Es algo gracioso, y que tenía olvidado, lo de los ceremoniales. Pero hoy me han vuelto a la cabeza, porque me he dado cuenta de que los sigo presenciando en diferentes lugares. La gente sigue en los suyos. Sigue utilizando los rituales en vez de sentarse y hablar alto y claro. Dejan la evolución para seguir en el estado primitivo. Es más cómodo, pero desde luego mucho menos efectivo. Si las cosas se hablan y se actua en consecuencia, se conseguirá algo, lo que sea, bueno o malo, pero algo. Cuando se mea en el árbol, solo para ver quien mea más arriba, o simplemente para mostrar a la otra parte tu disgusto, y más aún cuando a la otra parte le resbala, lo único que consigues es con un poco de mala suerte, mancharte los pantalones, o que te los manchen. Y así nos va.
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