La mayoría de los comunes que andamos o nos arrastramos por aquí tenemos una vida “corriente”, con una relevancia local, y con los lujos que nos permiten nuestros ingresos, en unos casos bajos, y en otros casos menos bajos. No salimos en la tele, ni hay ordas de fans aclamándonos.
En otro nivel está la élite, que vive cobrando millones por un trabajo que les gusta, con el éxito como portada pública de su vida.
Hoy he leído un chismorreo de tantos Leer más...a que nos tienen acostumbrados los medios sobre quien fue el que ayudó a Michael Jackson a saltar al otro barrio, o que directamente lo empujó allí. Y resulta que el pobre hombre soportaba todos los días dolores, de tal manera que su médico particular le suministraba calmantes de forma pautada para evitar su suplicio. No es el único caso ni mucho menos donde el éxito lleva a una vida miserable. De puertas afuera una vida excéntrica, pero de puertas a dentro una vida miserable, un infierno en el que el exceso de dinero no sirve de bálsamo ante tanto sufrimiento.
Es típico que el común de los mortales desde su modesta posición mire hacia arriba y envidie a las estrellas. Envidia su forma de vida, su dinero, su popularidad… pero como decía la de la serie de televisión, la fama cuesta. En realidad todo tiene su precio. Puede que haya gente que esté dispuesta a pagarlo, pero en lo que a mi respecta, entre lo del pobre hombre este, el alcoholismo de otros, la drogadicción del de más allá, el fanatismo del otro de atrás, la imposibilidad de encontrar alguien con quien compartir su éxito (eso le ocurre a la mayoria), la ausencia de vida privada y demás… creo que no les envidio en absoluto y no quiero pagar ese precio. Me gusta mi vida anónima y común, sin mucho dinero, pero también sin los problemas que este acarrea. Porque al final no es el carisma, o la voz, o la pinta… es el dinero, ni más, ni menos. Siempre el vil metal.
Total, que si me reengancho en matrix, y me dan a elegir que quiero ser… no creo que haga lo que Cifra… nada de una estrella del cine o de rock. Prefiero ser alguien anónimo y feliz, con el dinero suficiente (ni poco, ni demasiado), y desde luego no ser adorado ni popular. Me alegro de ser normal.
En otro nivel está la élite, que vive cobrando millones por un trabajo que les gusta, con el éxito como portada pública de su vida.
Hoy he leído un chismorreo de tantos Leer más...a que nos tienen acostumbrados los medios sobre quien fue el que ayudó a Michael Jackson a saltar al otro barrio, o que directamente lo empujó allí. Y resulta que el pobre hombre soportaba todos los días dolores, de tal manera que su médico particular le suministraba calmantes de forma pautada para evitar su suplicio. No es el único caso ni mucho menos donde el éxito lleva a una vida miserable. De puertas afuera una vida excéntrica, pero de puertas a dentro una vida miserable, un infierno en el que el exceso de dinero no sirve de bálsamo ante tanto sufrimiento.
Es típico que el común de los mortales desde su modesta posición mire hacia arriba y envidie a las estrellas. Envidia su forma de vida, su dinero, su popularidad… pero como decía la de la serie de televisión, la fama cuesta. En realidad todo tiene su precio. Puede que haya gente que esté dispuesta a pagarlo, pero en lo que a mi respecta, entre lo del pobre hombre este, el alcoholismo de otros, la drogadicción del de más allá, el fanatismo del otro de atrás, la imposibilidad de encontrar alguien con quien compartir su éxito (eso le ocurre a la mayoria), la ausencia de vida privada y demás… creo que no les envidio en absoluto y no quiero pagar ese precio. Me gusta mi vida anónima y común, sin mucho dinero, pero también sin los problemas que este acarrea. Porque al final no es el carisma, o la voz, o la pinta… es el dinero, ni más, ni menos. Siempre el vil metal.
Total, que si me reengancho en matrix, y me dan a elegir que quiero ser… no creo que haga lo que Cifra… nada de una estrella del cine o de rock. Prefiero ser alguien anónimo y feliz, con el dinero suficiente (ni poco, ni demasiado), y desde luego no ser adorado ni popular. Me alegro de ser normal.
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